El cerebro necesita relajarse para aprender
Alejandra García Aldeco*
Puede parecer contraproducente la propuesta de incluir actividades de relajación en la rutina escolar, sin embargo tiene grandes beneficios para el aprendizaje. El cerebro requiere pausas ante tareas de alta demanda cognitiva para interiorizar la nueva información. Además, las actividades autónomas tienen grandes beneficios para el desarrollo infantil.
Después de más de 15 años de ser maestra en diferentes grados escolares, me doy cuenta que una preocupación común entre mis colegas docentes es la administración del tiempo. Es frecuente escuchar en las salas de maestros comentarios tales como: “no logré terminar”, “lo tuve que dejar de tarea”, “no sé a qué hora lo voy a hacer”.
Hoy quiero poner al centro de la reflexión la importancia que tienen los tiempos de relajación en medio de los abigarrados calendarios escolares, siempre llenos de actividades. Estos momentos son una herramienta rara vez utilizada para eficientar el rendimiento de las y los aprendices. Uno de los muchos retos de ser docente es lograr una buena administración del tiempo escolar.
Puede parecer contraproducente la propuesta de incluir actividades de relajación en la rutina escolar, sin embargo tiene grandes beneficios para el aprendizaje. Con momentos de relajación dentro de la escuela, me refiero a aquellos periodos en donde existe una relación más flexible entre adultos y estudiantes. Pueden ser actividades en las cuales las personas adultas estén presentes a cierta distancia como sucede en el patio de recreo, o bien actividades dentro del aula donde el adulto da una consigna inicial y proveé materiales para que niñas y niños las hagan con autonomía.
Es común que al planear la rutina de trabajo, las y los docentes preparemos un listado de actividades a realizar organizadas por asignatura y que no anticipemos un tiempo de actividades de relajación o de descanso. A menudo, en las instituciones educativas tener momentos de distensión es sinónimo de perder el tiempo. En muchos centros escolares el único momento en el que se incluyen actividades de recreación es durante el receso o en la clase de educación física.
Sin embargo, incluir momentos de relajación es una estrategia indispensable para eficientar el tiempo e impulsar el aprendizaje. Las investigaciones muestran que los tiempos de relajación son necesarios para preparar al cerebro antes de iniciar una actividad que requiere atención sostenida. Si no se incluyen de forma consciente, las niñas y niños buscarán estos espacios de distensión por su cuenta y será un reto mayor solicitar atención plena ante una tarea. Los periodos de atención para niñas y niños varían entre los 15 y 20 minutos en el primer ciclo de educación primaria y se elevan algunos minutos conforme avanza la edad y la experiencia escolar[1]. Es interesante que al entrar a la adolescencia las personas disminuyen sus periodos de atención, por lo que para cada grupo de edad deberían incorporarse momentos de relajación con distinta temporalidad.
Algunos ejemplos de actividades autónomas y de relajación que pueden incluirse en la rutina diaria son: actividades de movimiento, canto, respiración, observación, coordinación, equilibrio, estiramiento, meditación, escucha, juego, lectura, dibujo, exploración de materiales, entre otras. Además hay momentos de transición que también pueden aprovecharse de forma consciente, como el cambio de un aula a otra, el acomodo del lugar, la preparación de material, los momentos de hidratación o la limpieza del aula.
Se ha documentado que el cerebro acumula estrés cuando hay actividades que demandan atención sostenida sin interrupciones. La actividad promedio de las ondas beta vinculadas al estrés aumenta y se acumula con el paso del tiempo. Cualquier persona que ha participado en reuniones virtuales por varias horas seguidas podrá constatar cómo disminuye su atención. Cuando hay oportunidad de meditar[2] o descansar la actividad de las ondas beta baja y se da un restablecimiento cerebral[3].
Un hallazgo reciente es que los breves descansos intercalados con actividades de alta demanda cognitiva conducen a grandes ganancias de aprendizaje. El cerebro aprovecha estos descansos para realizar una repetición mental de lo que acaba de aprender y refuerza las habilidades recién adquiridas. El hipocampo y la corteza cerebral realizan intercambios que consolidan los conocimientos recién construidos[4].
Las actividades de distensión son cortas, tienen una duración de entre 5 y 10 minutos y se incluyen en medio de tareas de alta demanda cognitiva. Algunas investigaciones han mostrado que para las niñas y niños estos momentos se encuentran dentro de los más significativos de la jornada escolar[5]. Basta con preguntarles qué han hecho en la escuela para que narren momentos de juego y encuentro con sus pares como los más memorables del día.
Una manera sencilla de favorecer la eficiencia de la jornada escolar es la inclusión de actividades autónomas que propicien acuerdos entre pares. Al mismo tiempo que niñas y niños descansan y disfrutan, fortalecen capacidades para sociabilizar y para aprender. Estas actividades ayudan a transformar una cultura tradicional marcada por aspectos punitivos y fiscalizados donde las personas adultas tienen mayor turno de voz.
Algunos ejemplos de actividades que priorizan la participación de la infancia son: origami, juegos de mesa, calca de dibujos, juego simbólico y actividades de motricidad como colorear mandalas, entre otras. En un principio estos momentos pueden representar un reto para el grupo. Por un lado, las personas adultas temen perder el control y tendrán que mediar en negociaciones infantiles y modelar recursos de organización, comunicación y cooperación. Por el otro, el estudiantado busca la constante aprobación de los adultos y puede mostrar inseguridad ante las tareas semidirigidas. Modificar el contrato didáctico y llegar a acuerdos resulta fundamental para instaurar una cultura de corresponsabilidad en el aprendizaje.
Anticipar desde la planeación momentos de relajación asegura que todas las personas tengan la oportunidad de descansar y de realizar actividades distintas. La mayoría de las veces, la posibilidad de tener momentos de distensión es exclusiva de niñas y niños que tienen mayor autonomía y finalizan las actividades escolares primero. Incorporar estos momentos para todo el grupo es un principio de igualdad. Sin importar la edad, nuestro cerebro necesita relajarse para restablecer sus funciones y estar en la mejor condición para aprender.
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Ilustración: Trinidad Olarte
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Bibliografía
1. García- Aldeco y Uribe (2020). Leer y escribir para transformar. México, El Colegio de México. Recuperado de: www.fundacionzorrorojo.com
2. Tatter, G. (2019, 23, 01). Making time for Mindfulness. GSE Harvard. Recuperado de: https://www.gse.harvard.edu/news/uk/19/01/making-time-mindfulness
3. News Center Microsoft Latinoamérica (2020). El futuro del trabajo: lo bueno, lo malo y lo desconocido. News Center Microsoft Latinoamérica. Recuperado de: https://news.microsoft.com/es-xl/el-futuro-del-trabajo-lo-bueno-lo-malo-y-lo-desconocido/
4. Adamo-Idoeta, P. (2022, 29, 05). Los pequeños descansos que ayudan al cerebro a aprender cosas nuevas. BBC News Brasil en Sao Paulo. Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-61625726
5. Baines, E., Blatchford, P. & Golding, K., (2020). Recess, Breaktimes, and Supervision. In S. Hupp & J. Jewel (Series Eds.) & P.K. Smith (Volume Ed.) The Encyclopaedia of Child and Adolescent Development. Part 1 (Child): (Volume 6 – Community). New York: Wiley-Blackwell. Recuperado de: http://www.breaktime.org.uk/gallery/BreaktimeChapterEncyc2018-PenultimateVersion2.pdf
*Alejandra García Aldeco
Integrante de MUxED, es Especialista en Desarrollo y Aprendizajes Escolares. Estudió la Maestría y el Doctorado en Educación en la Universidad Autónoma de Querétaro. Es cofundadora de la Fundación Zorro Rojo A.C. Se interesa en los ambientes de aprendizaje y en la didáctica de la lengua.