Porque todos no es todas, nombrarnos en femenino nos empodera a todas
Sonia del Valle*
El texto aborda cómo el uso del masculino genérico, como "todos", ha invisibilizado las contribuciones de las mujeres a lo largo de la historia. Rescatar y divulgar sus aportes en la educación es clave para contribuir a una narrativa social más equitativa.
¿Todos es todas? De acuerdo con la Real Academia Española, sí, porque se trata de un masculino genérico. También dice que “por economía de palabras” es preferible usar solo el masculino al referirse a un conjunto de hombres y mujeres, o cuando se hable de niñas y niños, alumnas y alumnos; maestras y maestros.
Es decir, “todos”, según la RAE, es “todas”. Y, no extraña esta definición porque la RAE ha estado dominada por hombres, quienes a lo largo de los últimos 300 años han explicado, difundido, normado la forma cómo debe nombrarse y definirse el mundo en español. Solo como acotación, Carmen Conde, la primera mujer académica ingresó a la RAE en 1979. Y de entonces a la fecha, solo ha habido 15 académicas más, en 45 años.[1]
El español es la segunda lengua más hablada en el planeta, más de 600 millones de personas, según el Informe del Español en el Mundo del Instituto Cervantes. Es el lenguaje nuestra forma de nombrar el mundo, describirlo, divulgarlo.
Es a través del lenguaje que nos comunicamos. El lenguaje nos permite nombrarnos y conversar con otras personas. El lenguaje le pone nombre a la realidad. Es a través del lenguaje que nos explicamos, que narramos la historia del mundo y nuestro mundo. Y a lo largo de la historia hemos hablado desde el “todos”. Durante siglos hemos nombrado el mundo en masculino.
Hay una frase que se repite mucho en el ámbito feminista, “lo que no se nombra no existe” que se le atribuye al filósofo George Stein, aunque también está en duda si realmente la frase es suya o no. Lo cierto es que la frase no deja de ser menos cierta, independientemente de su autoría. Porque el lenguaje es, según la RAE, un conjunto de normas y signos que permiten a las personas expresar sus ideas, emociones, pensamientos y sentimientos.
¿Y nos hemos preguntado por qué a lo largo de los años, las historias, las contribuciones, las ideas y propuestas de las mujeres han tenido que “rescatarse” del olvido?
Hay muchas historiadoras e investigadoras que se han dado a la tarea de contar las historias de las mujeres. Han hurgado en los archivos históricos de los laboratorios, de las universidades o los centros de investigación para rescatar “la verdadera” historia de tal o cual descubrimiento que fue atribuido a un hombre o a un equipo de investigadores donde los nombres de las mujeres no figuran. Son cada vez más las historias sobre la contribución de las mujeres en la ciencia, la política, la economía, la inteligencia artificial, en prácticamente todos los ámbitos.
Recientemente vi la película Joy[2], la historia de Jean Purdy, una enfermera embrióloga y pionera en los estudios de fertilización. Ella formó parte del equipo que hizo posible el nacimiento de Louise Joy Brown, cuya concepción se realizó in vitro, pero fue reconocida 30 años después de su muerte, hasta 2015, cuando se incluyó su nombre junto al del obstetra Patrick Stefoe y el biólogo Sir Robert Edwards en el hospital Kershaw, donde nació Louise en 1978.
Y quizá, vale preguntarse ¿por qué ha sucedido esto? ¿Por qué hemos tenido que rescatar del olvido la historia no contada de las contribuciones de las mujeres? Porque “todos” no es “todas”. Y hoy menos que nunca, una época en la que la narrativa, la divulgación, las comunicaciones son uno de los paradigmas de nuestro tiempo.
En momentos en los que la narrativa importa –porque quien “gana” la narrativa influye en el colectivo social– cuenta mucho que las mujeres seamos nombradas y, podría decir que, cuenta más ahora que en el siglo pasado.
Al mismo tiempo creo que la narrativa social sobre las aportaciones de las mujeres puede incluso ser un camino de esperanza frente a la desesperanza del mundo complejo y caótico que nos ha tocado vivir. Frente a los discursos polarizantes, a la narrativa de la guerra, la disociación y el encono está la energía de las mujeres que buscan alternativas de paz, diálogo, encuentro. ¿Todas? Por supuesto que no, pero hay muestras claras –en el mundo y en México también– que la polarización como consigna no siempre es la forma cómo explican, atienden y nombran el mundo las mujeres.
Por eso importa divulgar las contribuciones de las mujeres. Importa conocer sus aportaciones, contar sus historias. Importa ponernos en primera persona. Y esta también es una de las razones por las que en el 1º Congreso MUxED, Mujeres + Educación = Equidad, uno de los ejes temáticos es “la divulgación del conocimiento educativo” para conocer experiencias de divulgación del conocimiento sobre la educación y las mujeres en diversos medios y formatos.
En MUxED buscamos propiciar el debate y la reflexión sobre el papel de los medios, las redes sociales y la inteligencia artificial en la generación de conocimiento y la divulgación de los aportes de las mujeres en la educación y también analizar los problemas éticos de la divulgación del conocimiento sobre educación y mujeres.
Damos la bienvenida a todas y todos para ampliar esta conversación durante el 1º Congreso de MUxED, que se llevará a cabo en el Tecnológico de Monterrey campus Querétaro, del 4 al 6 de junio. Conoce todo lo que tienes que saber sobre el congreso en www.congresomuxed.mx
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*Sonia del Valle
Integrante de MUxED. Periodista, comunicadora y creadora de contenidos multimedia. Investiga y documenta desde el 2003 la política educativa en México, sus actores y comunidades educativas y académicas. Es asesora en materia de comunicación y educación con perspectiva de género. Directora de Comunicación Educativa en Mexicanos Primero y Coordinadora de Comunicación para del Congreso MUxED.