Miedo e indiferencia a participar en los asuntos de la “política”… un reto de la ciudadanía

Arcelia Martínez Bordón*

 

En este artículo, respondo a la pregunta recurrente de mis alumnas de pedagogía sobre la dificultad de cambiar la situación económica, política y social en México. Planteo que, además de los diagnósticos y recomendaciones de la academia, es fundamental que cada ciudadano y ciudadana se involucre de manera comprometida en los asuntos políticos. Destaco la falta de interés generalizada en la política y enfatizo la necesidad de informarse más allá de los medios tradicionales para comprender las agendas y tomar decisiones informadas. Argumento que la participación ciudadana activa es esencial para lograr una democracia efectiva y una sociedad más justa.


A menudo mis alumnas de pedagogía me preguntan por qué es tan difícil cambiar la situación económica, política y social en México, cuando a la par ven que las universidades y la academia generan kilos de diagnósticos sobre las distintas problemáticas que se viven en nuestro país, además de múltiples reportes con recomendaciones de política.

Esta pregunta se repite en los distintos grupos cada semestre, una y otra vez, a veces con indignación, otras tantas con desánimo, sobre todo al inicio del curso de Sistemas de Información para la Educación que suelo dar desde hace seis años. A esta pregunta le siguen, casi siempre, muchas otras: ¿Por qué a la clase política no les importa resolver el problema de la pobreza? ¿Por qué la educación no es prioritaria para el presidente? ¿Por qué hay cambios de rumbo cada seis años? ¿Por qué a pesar de tantas reformas educativas no avanzamos en la mejora de la calidad de los aprendizajes? 

A dichas preguntas contesto invariablemente, y de primera instancia, con otras preguntas: “¿Qué piensan que nos toca hacer a cada uno/una para contribuir a resolver estas problemáticas? ¿Qué debe y puede hacer la sociedad civil? ¿Ustedes creen que todo es culpa de quienes ocupan cargos públicos?” Cada semestre, después de revisar cifras, informes, encuestas, estudios varios sobre el estado que guarda la educación en México (aceptando, que sueno a “disco rayado” como decimos los de la generación X) les insisto en la necesidad de que todas y todos nos involucremos más y de manera más comprometida en los asuntos de la política, comenzando por perderle el miedo a esa palabra que suena a veces tan terrible o incluso, en el mejor de los casos, ajena a la vida de quienes se dedican a la pedagogía (aunque la sensación de que es algo ajeno, la tienen muchos, incluidos arquitectos, administradores, vendedores, etc.).

Y es que, con excepción de quienes nos dedicamos al análisis de las políticas o al ejercicio de la función pública (y claro, los taxistas que siempre saben todo), la mayoría de la ciudadanía  de a pie no se informa ni se interesa en conocer y escudriñar lo que hacen sus gobiernos. La “política” parece cosa de malos o, en el mejor de los casos, de “expertos”.

Recuerdo mis clases en la universidad y, entre mis primeras lecturas, a Carl Schmitt, quien señalaba que en la relación con “el otro” está latente la posibilidad de conflicto, lo que a los politólogos nos hace pensar que la política –como un medio para “administrar” el conflicto– fue la primera profesión del mundo (aunque los economistas lo cuestionan, aludiendo a que en el principio estaba el “caos”). En fin, ¿A dónde quiero ir? A la necesidad de reconocernos como seres políticos –zoon politikon diría Aristóteles– que somos afectados, en cada ámbito de nuestra vida, lo veamos o no, por las decisiones que toman nuestros representantes, con el aval de nuestro voto, de nuestro desconocimiento y, a veces, de nuestra indiferencia.

Ante ello, estoy cierta, deberíamos informarnos mejor cada día, incluso más allá de lo que dice un periódico o un noticiero, a fin de poder distinguir entre posicionamientos, opiniones y también verdades a medias. Debemos, sin duda, sacrificar un poco de nuestra paz mental, y mucho de nuestra ingenuidad, para adentrarnos en el terreno político y entender mejor que detrás de cada propuesta o programa de gobierno, no sólo existen demandas sociales enarboladas por ciudadanos neutros, sino distintas agendas, sostenidas por distintos grupos de interés, con valores, ideas, prejuicios y, en algunos casos, también ocurrencias de quienes detentan el poder.

Mientras no nos ocupemos de informarnos cada día de lo que sucede en nuestro entorno y dilucidemos mejor por qué y qué es lo que se decide y cómo (con qué medios y a qué costo), seremos meros espectadores de los problemas, que a veces nos tocarán de manera lejana y otras, lamentablemente, de forma mucho más cercana. No solo podemos ser víctimas de un robo, una extorsión o de la lamentable situación de inseguridad que se vive en el país; también veremos que un porcentaje alto de la población está condenada, por ejemplo, a la desigualdad económica, en tanto no exista una inversión sostenida en la mejora de su acceso a servicios de educación y salud.

La democracia, diría Amartya Sen, necesita de personas con agencia para cambiar sus condiciones. Quienes detentan el poder responden más a los intereses de grupos con capacidad de presión que a lo que se dicta en nuestra Carta Magna, y ese es un principio de realidad desde que el mundo es mundo, por lo que indignarnos ante ello resulta fútil. Si queremos que las cosas cambien, y contribuir con un granito de arena a ello, necesitamos involucrarnos en los asuntos de la política: no hablo sólo de votar o ser votado o de afiliarse a alguna fuerza política, sino del ejercicio diario de escuchar o leer las noticias e informarnos (no sólo con la Mañanera)[1], contrastar opiniones, conocer cuáles son las cifras de México en materia de desigualdad, pobreza, desempleo, seguridad, acceso a los servicios de salud, de educación, entre muchos otros.

Difícil cambiar el mundo si no somos parte del mundo. Lograr una democracia efectiva y no sólo electoral (elecciones periódicas y “competidas”) requiere de la participación ciudadana y el conocimiento en y de la política pública. La participación informada y activa de la ciudadanía en los asuntos públicos puede abonar a la exigencia de una mejor toma de decisiones y a la construcción de una sociedad más justa

La política no es un asunto meramente de los políticos o funcionarios, sino de las y los ciudadanos o, como lo señalara Churchill, “… es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.

Redes sociales: 

Twitter: @arceliambordon


[1] Conferencia matutina del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que se difunde a través de las redes sociales.


*Arcelia Martínez Bordón

Integrante de MUxED. Politóloga. Académica de tiempo completo en el Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana. Coordina el Faro Educativo de la IBERO y la Maestría en Investigación y Desarrollo de la Educación.




PALABRAS CLAVE

Previous
Previous

La educación de la participación social

Next
Next

El poder de las ciudades para el desarrollo infantil, desde los derechos de las infancias