Conceptos clave de la educación para la paz
Jessica Ana Luz Pérez Meza*
En los últimos años, la cultura de paz ha tenido mayor exposición en nuestro país. Autoridades, tanto educativas como de otros espacios públicos, se han ocupado por difundir la cultura de paz a través de capacitaciones, talleres, conferencias o proyectos colectivos que promueven la unidad. El ámbito educativo no ha sido la excepción. Este texto tiene por objeto explicar de manera concisa la distinción entre dos aspectos fundamentales en la promoción de la cultura de paz: paz positiva y paz negativa. Las reflexiones que se presentan a continuación pueden ayudar a cuestionar el alcance de nuestras acciones hacia una cultura de paz, siempre con la intención de desafiar nuestras propias creencias y decisiones hacia un cambio social.
Con motivo del día internacional de la paz, 21 de septiembre, me permito compartir algunas reflexiones generales que, aun con la continua promoción de la cultura de la paz en la educación, considero pertinentes para las y los educadores.
Algunos conceptos teóricos fundamentales podrían dar pauta para provocar reflexiones tanto en nuestro ejercicio educativo, sin discriminar ningún rol, como en el mismo actuar personal. Por lo anterior, compartiré términos acuñados por notables académicos de los estudios de paz, con la finalidad de invitar a las y los docentes a desarrollar una comprensión más profunda de la construcción de la paz desde el ámbito educativo.
Aunque hablar de paz no es una conversación nueva, –pues histórica y mundialmente han existido personajes que desde su contexto, liderazgo y condiciones la han promovido– sí es una conversación que sigue siendo necesaria. A la par de ella, la humanidad ha vivido en medio de disputas de todos los niveles, internacionales, regionales y locales. A pesar de los esfuerzos desde varios ámbitos por difundir la cultura de paz, la violencia no solo permanece vigente, sino que, incluso y escalofriantemente, se ha llegado a normalizar. Al menos en nuestro país es común, ante un acto de violencia, “agradecer” que la integridad física sea salvaguardada, a pesar de los costos materiales o de salud mental.
Como reiteradamente algunos académicos han hecho notar, a la educación por sí sola le es imposible reconstruir la paz y el tejido social. Sin embargo, sí es menester de quienes contribuimos a la educación adentrarnos en la comprensión profunda de conceptos para la construcción de la paz, los cuales podrían orientar nuestra práctica profesional y jugar un rol determinante para sumarnos a otras personas, en otros frentes, que comparten este fin.
En ese sentido, es primordial entender el concepto de paz más allá del cese de violencia, o de concebirla como un pacto. Distintos líderes y académicos han contribuido al desarrollo de estas ideas. El sociólogo noruego Johan Galtung brinda nociones más precisas que profundizan este entendimiento y desde el que podemos actuar quienes nos desenvolvemos en el campo de la educación. Galtung dice: “Por paz entendemos la capacidad de transformar los conflictos con empatía, sin violencia y de forma creativa, lo cual es un proceso sin fin.”
De esta definición, es necesario resaltar la palabra proceso. Construir la paz siempre será un proceso, pues las diferencias entre humanos que resultan en conflictos son parte de la dinámica social. Construir la paz, entonces, es un proceso que requiere desarrollar nuestra capacidad para aprender a transformar los conflictos con “empatía”, “sin violencia” y “de forma creativa”. Estas soluciones empáticas y creativas, menciona el académico Daniel Bar-Tal, requieren de un minucioso análisis, propio de cada contexto y de acuerdo con sus problemáticas específicas.
Otros dos conceptos acuñados por Galtung son “paz positiva” o “paz duradera” y “paz negativa” o “paz efímera”. Grosso modo, se entiende por paz negativa la orientación que tienen las estrategias hacia la paz al centrarse únicamente en atacar la violencia visible (directa). Por mencionar un ejemplo, la militarización o la inversión y despliegue de numerosos cuerpos policiacos que, si bien son estrategias necesarias, abordan los problemas de violencia desde la superficie.
Si bien la paz negativa tiene resultados temporales, porque orienta sus acciones hacia la ausencia de violencia, el objetivo de la paz positiva es más duradero, pues aborda violencias invisibles como la violencia estructural, que limita el desarrollo pleno de los individuos, y por ende la armonía social. La paz positiva busca también hacer frente a la violencia cultural, que alcanza una dimensión colectiva en la que nuestras creencias y actitudes son violentas, pero culturalmente legítimas, reforzando, reproduciendo y perpetuando violencias estructurales y directas. Por ejemplo, los comentarios de odio o división social, tienen una gran carga violenta, y sin embargo son culturalmente reproducidos. En un entorno de odio y división, la paz positiva busca tener un impacto a largo plazo promoviendo valores como la cooperación, la unión, la solidaridad y otros que son vehículos para alcanzar la justicia social.
La paz positiva está comprometida con el logro de la justicia social, principalmente para todas aquellas víctimas de violencia estructural que, desde las estructuras sistemáticas, son violentadas al no tener el mismo acceso a servicios y oportunidades que otros. En nuestro país es muy importante no perder de vista esta orientación.
Es necesario vislumbrar que la construcción de paz en México debe ir más allá de disminuir la violencia visible, pues ante incontables escenarios de violencia una de las preguntas al unísono de la sociedad es:
¿Qué están haciendo nuestros gobiernos para terminar con la delincuencia?
La construcción de la paz requiere que todas y todos comprendamos que no solo es competencia de gobiernos –sin restarle la gran importancia que tienen–, sino también de todas y todos quienes nos vemos envueltos (consciente o inconscientemente) en violencias culturales y estructurales. Por lo anterior, y pensando desde mi quehacer en la educación, me atrevo a plantear las siguientes preguntas, que si bien las podemos pensar como educadoras y educadores, pueden también detonar reflexiones del ámbito personal:
¿Qué violencias observo en mi contexto educativo?
¿De qué violencias podría estar siendo partícipe (ejerciéndolas o padeciéndolas)?
Desde mi ejercicio en la educación (diseño de políticas educativas, investigación, dirección, docencia, administración), ¿cómo logro orientar mis actividades hacia una paz positiva?
¿Cómo, en conjunto con otros agentes educativos, ideamos soluciones empáticas para abordar los conflictos?
Desde nuestro quehacer educativo, ¿qué pequeñas acciones pueden abonar a cambios estructurales?
¿A qué cambios culturales podemos contribuir?
Estos cuestionamientos, aunque parezcan redundantes, resultan insuficientes al no traducirse en acciones. En este día internacional de la paz, que sirvan nuestras propias interrogantes para fragmentar los paradigmas en los que pudiéramos ser partícipes de violencia. Para iniciar a recorrer distintas vías en la construcción de la paz, es necesario ir más allá de ideas preestablecidas e incluso deconstruir aquellas que nos impiden visibilizar que desde la educación también podemos contribuir en la reconstrucción de nuestro tejido social.
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Referencias
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Bajaj, M., & Hantzopoulos, M. (2021). Educating for Peace and Human Rights: An Introduction. London: Bloomsbury Publishing.
Bar-tal, D. (2002). The elusive nature of peace education. En G. Salomon, & B. Nevo, Peace Education: The concept, principles, and practices around the world (págs. 27-36). Mahwah, New Jersey: Laurence Erlbaum Associates.
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Galtung, J. (1985). Sobre la Paz. Barcelona: Fontamara.
Lozano Garza, N. (2015). Education for Peace in the Mexican context. Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latino-américaines et caraïbes, 40(2), 200-221.
*Jessica Ana Luz Pérez Meza
Integrante de MUxED, especialista en enseñanza de inglés y diseño curricular. Es maestra en enseñanza de inglés por la universidad Auckland, Nueva Zelanda y maestra en Liderazgo Educativo en McGill, Canadá, donde colabora en un proyecto para promover la enseñanza culturalmente receptiva en Perú. Su investigación doctoral se centra en buscar propuestas curriculares para la construcción de paz en México.